El Instituto
Veracruzano de Cultura reeditará mi libro Versiones, originalmente publicado
por el Conaculta en el 2000, y hace unos meses firmé el contrato
correspondiente, que considero bastante innovador. Las publicaciones del IVEC y
otros organismos y dependencias no tienen carácter lucrativo, pero les imponen
a los escritores e intelectuales un contrato similar a los de cualquier empresa
editorial, obligándolos a ceder los derechos durante dos o tres años, de modo
que ya no pueden contratar otras ediciones. Lo peor de todo es que no hacen
ningún esfuerzo para comercializar los libros que imprimen; no los mandan ni
siquiera a EDUCAL y a las librerías locales, y únicamente los venden a
cuentagotas en algunas ferias del libro. En este caso, lo usual era que yo le
cediera los derechos al IVEC durante un período de tres años, pero se me
ocurrió consultar a la SOGEM (SOCIEDAD General de escritores de México), cuyo
abogado señaló: "El contrato debe especificarse como una LICENCIA NO EXCLUSIVA,
a efecto de que el autor esté en la posibilidad de licenciar la obra a
terceros, atendiendo a que se trata de una obra sin fines de lucro… Además,
encontré buena voluntad en el IVEC, donde hace unos dos años trabajé como
asesor del Director general. La idea es que los escritores e intelectuales ya
no tengan que ceder sus derechos a las editoriales universitarias y del
gobierno y únicamente las autoricen imprimir y comercializar un determinado
número de ejemplares, reservándose los derechos y quedando así en libertad de
contratar otras ediciones. Del mismo modo que el libro electrónico no ha
liquidado al libro impreso, también pueden co-existir en el mercado varias
ediciones impresas de un mismo texto. Si alguna empresa editorial publicara
otra edición de Versiones, la del IVEC no se dejaría de vender, porque
resultaría más barata y apropiada para estudiantes; además, serviría para
promover la otra edición, que tendría un precio más alto, pero también ciertas
características que la harían preferible para otros lectores. Los libros de la
Editora de Gobierno, por ejemplo, no son cosidos, según me hizo ver alguna vez
Ángel José Fernández, y lo mismo pasa con los de IVEC que ahí se imprimen, de
modo que una empresa editorial podría imprimir sus libros en una empresa como
Rebosan que los cose y venderlos a un precio más elevados a lectores más
exigentes. El IVEC sólo vende sus libros en algunas ferias y a veces en las
librerías EDUCAL, y la otra edición tendría mejor distribución y se podría
comercializar en el extranjero. El nuevo tipo de contrato permitiría
generalizar esta situación e impulsar la industria editorial, actualmente
aferrada a un tipo de capitalismo anacrónico y poco competitivo. Ahora falta
que otros organismos y dependencias, como la Editora de Gobierno, las
universidades y el CONACULTA adopten el nuevo tipo de contrato. Además, creo
que se deben obligar a promover y a comercializar los libros que imprimen Hace
tiempo traté de que las librerías Gandhi vendieran La gata revolcada, otro
libro mío publicado en el 2009 por el IVEC, pero no quisieron porque no tenía
código de barras. Logré luego que se enviaran algunos ejemplares a las
librerías de la UNAM, donde no exigierón el código de barras, que ellos le
pegaron en la contraportada. Ahora la Editora de Gobierno ya tramita el código
de barras para sus libros, y el IVEC también lo va a hacer, pero hay que tratar
además de que se vendan en las principales cadenas de librerías del país
(Sanborns y las Gandhi), que desde luego no aceptan cualquier libro. –
(La jornada veracruz, Viernes, abril 04,
2014).
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