domingo, 19 de agosto de 2018

El sarismo y la grisis cultural

Tiene toda la razón el maestro Francisco Savín al asegurar que “es en general la cultura mexicana, y no sólo la música de concierto, la que está inmersa en un bache profundo, una grave crisis de la cual no se ve la salida.” Y todo esto es el resultado de la costumbre de entregar las instituciones culturales a señoras como Sari Bermúdez y Elenita Cepeda, que carecen de preparación y de una visión de lo que necesita el país, para no hablar del exquisito Sergio Vela que ha despilfarrado el presupuesto del CONACULTA en sus caprichos y viajecitos.


Los hombres que fundaron las principales instituciones culturales de este país no eran políticos profesionales ni burócratas “comodines”, que lo mismo se colocan aquí que allá, sino artistas e intelectuales como Carlos Chávez, que en 1947, cuando se le nombró director general del Instituto Nacional de Bellas Artes, ya había sido director de la Orquesta Sinfónica de México, que ese año se convirtió en Sinfónica nacional, y estaba trabajando en su Sinfonía india, una de sus obras más importantes. 


Entrevistado con motivo de su actuación con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM), el Maestro Savín que fuera el titular de la OSX de 1963 a 1967, de 1984 a 1986 y de 1990 al 2002, criticó la falta de preparación y compromiso de los funcionarios actuales, y se preguntó dónde están esas figuras de la cultura y el arte nacionales, como Agustín Yáñez, Carlos Chávez o José Luis Martínez, que manejaban antes los destinos de las instituciones oficiales en lo concerniente a la educación y la cultura.

Al parecer, se ha olvidado a los presidentes Obregón y Alemán que supieron hallar colaboradores de la talla de Vasconcelos y Carlos Chávez para seguir el derrotero de otros , como Salinas, que estableció el CONACULTA y se lo encargó a Rafael Tovar, que no es un artista ni tampoco un intelectual, pero era yerno de López Portillo. 

Después de todo lo que se ha escrito sobre la Mega biblioteca de Fox, me parece realmente el colmo que la Secretaria de Cultura Elena Cepeda haya anunciado hace unas semanas la construcción de una sala de conciertos para más de tres mil espectadores, pues sus declaraciones revelan que la izquierda desafortunadamente tampoco tiene un proyecto cultural diferente al de la derecha... y no lo tendrá mientras una dependencia tan importante como la Secretaría de Cultura se le encargue a personas como esta señora nomás porque es la esposa de fulanito y ha andado en el mitote.

Elena Cepeda es la esposa de Graco Ramírez (senador perredista) y hermana de Ana Lilia Cepeda, ex vocera de Andrés Manuel López Obrador y directora del Fideicomiso para el Centro Histórico. Además, es fundadora de la organización En Lucha por la Democracia. Se trata de una mujer arrogante y mandona que ha tenido problemas con la Filarmónica de la Ciudad de México, de cuyo titular, Enrique Barrios, se deshizo, aunque tenía el respaldo de los músicos. De cultura, no sabe nada, por lo que su nombramiento se tuvo que apuntalar con el de un grupo de asesores, integrado por el flautista Horacio Franco y el embajador Héctor Vasconcelos, que estuvo a cargo del Festival Cervantino y es hijo de Pepe y la pianista Esperanza Cruz. Por supuesto, estos nombramientos implican gastos y lo peor de todo es que si el PRD llegara a ganar la presidencia, ella podría encargarse del CONACULTA, imagínense.

Y la derecha lo que ha hecho es poner el CONACULTA primero en manos de Sarita Bermúdez, que nos legó la Megabiblioteca, el mayor elefante blanco de la historia cultural del país, y ahora de Sergio Vela, que hace dos años se consolidó como director artístico al montar El anillo de los Nibelungos, una ópera wagneriana de la que su padre le regaló la grabación completa cuando cumplió trece años; era un niño culto que no fue fan de Mickey Mantle ni de ningún beisbolista, sino de Maria Callas y otros cantantes de ópera.

Desde la adolescencia soñaba con poner en escena la obra de Wagner y no ha escatimado esfuerzos para lograrlo. Según dijo, la realización de este proyecto es “una señal de la capacidad y nivel que pueden alcanzarse en México con la interrelación de varias instituciones”, lo que desde luego es una gran satisfacción, pues “En Estados Unidos se ha presentado en Nueva York, Washington (con producción invitada de la Ópera de Berlín, ni siquiera propia), Chicago, San Francisco y Seattle, pero Los Ángeles o Houston, por ejemplo, nunca lo han hecho”. Lo mejor de todo es que sólo tuvo un costo de veinticuatro millones, “muy por debajo de los 3.5 millones de dólares que usualmente se utilizan para esta misma puesta en escena en cualquier parte del mundo”. Algo así merece recordarse y por eso Vela mandó hacer un álbum sobre esta producción, que tuvo un tiraje de 3,500 ejemplares y un costo de sólo un millón cuatrocientos mil pesos. Al mismo tiempo que se gastaba en este álbum, se recortaba el presupuesto del Instituto Nacional de las Bellas Artes que redujo a una tercera parte los catorce apoyos de unos cinco mil dólares cada uno que se otorgaban a jóvenes artistas que ya contaban con otra beca para realizar estudios en el extranjero. Con lo que se gastó en el álbum hubiera alcanzado para mantener e incluso aumentar este programa de apoyos, pero la formación de artistas nomás no le interesa, y cuando se hizo cargo de la Dirección de Música en la UNAM reformó el cargo para no tener que ocuparse de organizar cursos con los solistas invitados a tocar con la OFUNAM, como los que se impartieron durante el Festival Pianíssimo. Ahora se espera su remoción, pero ¿quién lo irá a remplazar?

((Milenio el Portal, Miércoles 26 de marzo 2008).

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