Desde hace tres años, René Martin, el organizador del festival de música de Nantes, La Folle Journée (La jornada loca), tuvo la idea de permitir que los reclusos de la prisión local se evadieran, por lo menos durante una hora, organizándoles uno o dos conciertos.
Para esto, convenció a las autoridades penitenciaras de que desarrollaran todo un programa de sensibilización musical con el apoyo de las compañías disqueras que patrocinan el festival y que se comprometieron a donar a la prisión un centenar de discos por año, así como de una importante cadena de tiendas que entregó unos cincuenta aparatos portátiles para escuchar los discos. Además, la editorial Fayard hizo una importante donación de libros sobre música.
Todo esto no es mas que una de las muchas ideas innovadoras de René Martin, que, además de la Folle Journée, estableció en un pueblo provenzal, La Roque-d'Anthéron, el festival de piano más importante del planeta, y es director artístico de las Fiestas de la música de la Touraine y de la abadía real de Fontevraud, por todo lo cual el año pasado se la otorgó el premio de honor de la Victoria de la música clásica.
La folle journée se realiza anualmente del 28 de enero al 1° de febrero.
Además de otras actividades complementarias como conferencias, documentales y películas sobre los compositores, se ofrecen unos doscientos conciertos y recitales de 45 minutos, para lo que se venden unos 90 mil boletos con un precio de unos diez euros.
Obviamente, el plan de “evasión” de René Martin se puede aplicar en cualquier país, pues se trata de que los prisioneros reciban música y libros en vez de las drogas y la marihuana que se introducen en los penales.
Si los reclusos, cualquiera que sea su condición, se las arreglan para procurarse estupefacientes, ¿No podrían comprarse unos discos? En esa forma, Beethoven y Bach, Rachmaninoff y Gershwin podrían ayudar a rehabilitar a algunos delincuentes.
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