En el documento titulado “Tradición e
innovación”, la actual rectora mencionó que se debería “recuperar” la Difusión
cultural, pues se le restó importancia al supeditarla a un área académica, y,
mediante un acuerdo aprobado por el Consejo Universitario, le devolvió el estatus que tuvo antes como Dirección General de la cual dependen todos los
grupos artísticos y ahora también la Casa del Lago y la Dirección de
Comunicación de la Ciencia. En otras palabras, la nueva rectora reestructuró
la administración dándole en ese marco más importancia a la difusión cultural,
estableciendo como innovación una Dirección de Comunicación de la Ciencia, que
tiene como antecedente el programa sabatino de conferencias, y donde puede
haber novedades, pero por lo demás no se ve claro qué piensa hacer para
recuperar verdaderamente esa actividad.
Esther Hernández Palacios, que se
hizo cargo de la restaurada Dirección General de Difusión Cultural, anunció por
su parte que además de la Dirección de Comunicación de la Ciencia y la
Coordinación de Grupos Artísticos, se crearán dos nuevas coordinaciones que se
encargarán de difusión de literatura y de artes visuales. En otras palabras, se
va a aumentar la burocracia que obviamente absorberá una parte –seguramente la
mayor – del presupuesto destinado a esas actividades. Se cae de nuevo en el
error que ha plagado la difusión cultural en este país, donde por lo general no
hay recursos para organizar conciertos, exposiciones, conferencias, porque todo
se gasta en pagar los sueldos de los empleados administrativos. La burocracia
ha sido la plaga que devora los recursos que se deberían destinar a pagar los
viáticos de los artistas y los gastos necesarios para transportar sus obras y
montarlas en los recintos. Desde hace años, los estudiantes avanzados de Música
ofrecen recitales dominicales en el auditorio del Museo de Antropología, y se
podrían presentar en otros auditorios, para hacer tablas, pero no hay recursos
para pagarles los gastos de transporte y alojamiento, imprimir carteles y
programas de mano. No se les apoya debidamente, lo sé muy bien, porque tengo
una hija pianista, y hace años me tuve que poner a organizarle recitales por
todas partes, y pude apreciar como ganaba confianza y seguridad a medida que se
presentaba en público. En cierto momento, le sugerí a Manolo Zepeda que
organizara un ciclo de recitales en el Distrito Federal con los mejores
estudiantes de música, pero me dijo que no tenía presupuesto para llevarlos a
tocar. Y lo mismo pasa con los estudiantes de artes plásticas, que por lo
general sólo logran exponer en su propia galería. Por todo me parece
completamente erróneo que se malgasten los recursos que se deberían destinar al
apoyo de los artistas emergentes. Desde luego, hace falta que alguien organice
los recitales y conciertos, exposiciones y conferencias, pero no tienen que ser
empleados.
Hace falta un voluntariado. Así se
hace en Francia y otros países, donde todo eso lo hacen personas “benévolas”, y
aquí en la Universidad Veracruzana se puede aprovechar a los jóvenes que hacen
su servicio social. Hace poco la rectora mencionó que a muchos de esos jóvenes
los tienen sirviendo café en algunas dependencias, y hay que involucrarlos en
la difusión cultural. Esther Hernández Palacios debería saber, por su
experiencia en el IVEC, que la burocracia es la plaga de la difusión cultural,
por lo que hay que reducirla al mínimo indispensable y no aumentarla, como
pretende. La reestructuración de la Dirección General a su cargo es errónea,
porque implica el aumento de la burocracia y malgasto de los recursos que se
deberían dedicar a apoyar a los jóvenes talentosos y en general a los artistas.
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