Como novedad, el Instituto
Veracruzano de Cultura ha publicado este año una convocatoria a presentar obras
escritas para su publicación dentro de su programa editorial 2012. Se trata, en
apariencia, de responder así a una exigencia de transparencia en la selección
de los títulos publicados, pues antes los autores interesados proponían alguna
obra y ésta era sometida a la aprobación de un comité, pero no había un concurso
como ahora. De cualquier modo, la convocatoria revela recortes a la cultura y
una visión estrecha del mundo editorial, pues las veintidós obras seleccionadas
se publicarán, sí, pero “con un tiraje de 500 ejemplares”. (Durante el sexenio
pasado el tiraje de las ediciones era de mil ejemplares).. Lo peor de todo es
que “Se firmaría un contrato elaborado por el Departamento jurídico del IVEC
otorgando exclusividad de los derechos a este instituto durante 3 años”. Se
trata en este caso de algo usual y aceptable cuando la publicación de alguna
obra literaria es una empresa arriesgada y los editores procuran proteger su
inversión. Las publicaciones del Instituto Veracruzano de Cultura no tienen
fines lucrativos, sino que “el propósito es difundir… la riqueza de la creación
literaria del estado”, por lo que es incongruente que se pretenda amarrar a los
escritores durante tres largos años, impidiéndoles contratar otras ediciones,
mientras se venden los cuatrocientos cincuenta ejemplares que quedarían después
del pago en especie de los derechos. El IVEC no se obliga a promover y
comercializar los libros a través de las librerías EDUCAL, por lo que sólo se
venden en las ferias, y las ediciones tardan años en agotarse, si no se regalan
a visitantes distinguidos. El precio de venta de los libros publicados por el
IVEC es muy reducido y apenas rebasa el costo de producción; por eso no lo
perjudicaría que apareciera otra edición del mismo libro hecha por otra
institución o alguna empresa, ya que seguramente tendría un precio mayor, y eso
repercutiría favorablemente en las ventas de su edición.
La gente compraría el libro más
barato de haber otra edición, y el más barato sería siempre el del instituto.
El apoyo del gobierno se haría así más evidente. Por otra parte, la convocatoria
revela también una visión estrecha de la literatura o al menos descuido, pues
no se menciona la posibilidad de presentar autobiografías o memorias. El
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes publica una colección de Memorias
mexicanas, que incluye obras como el Memorial del aventurero, de Juan de la
Cabada (1899-1986), y La invención de sí mismo de Marco Antonio Millán
(1913-1999), pero de eso al parecer nadie se acordó al redactar la
convocatoria. Se menciona la posibilidad de publicar biografías y libros de
entrevistas, lo que me parece acertado, pero no se aclara que también podrían
presentarse obras autobiográficas o memorias como las mencionadas, que fueron
elaboradas a partir de entrevistas. Quedan descartadas además las autobiografías
y memorias propiamente dichas. En varias ocasiones he señalado que hay un
déficit de este tipo de libros. Hace unos años el rector de la Universidad de
Guadalajara se dio cuenta de que Arreola se nos iba y le pidió a Fernando del
Paso que lo entrevistara y editara las entrevistas. El resultado es un libro
titulado Memoria y olvido. Obviamente, hay que hacer lo mismo en otros casos,
pero al redactar la convocatoria nadie se acordó de estos géneros. Imagínense
que alguien entrevistara a Jorge López Páez o al joven pianista Fernando Apan y
redactara luego una “autobiografía” como las mencionadas, o que un artista
joven, pero que ha viajado y vivido en el extranjero, como Francisco Ladrón de
Guevara escribiera una autobiografía precoz como la de Eugeni Evtuchenko y las
de los escritores mexicanos que a fines de los sesenta publicó EDHIAPSA.
Obviamente no podrían presentar sus libros a este concurso. La convocatoria no
menciona además cómo se resolverían los casos no previstos.
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