El proyecto de crear una Secretaría de Turismo, Cultura, etc no está debidamente fundamentado, pues el texto presenta varias lagunas y cabos sueltos.
En la exposición de motivos, se menciona, por ejemplo, que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) aprobó el 10 de Octubre la “Convención sobre la promoción y protección (sic) de las Expresiones Culturales”, un texto que reafirma el derecho soberano de los Estados a elaborar políticas culturales con miras a “proteger y promover la diversidad de las expresiones culturales”.
No se aclara, sin embargo, en qué forma la creación de una Secretaría de Turismo, Cultura, etc serviría para proteger y promover el patrimonio y las expresiones culturales de los veracruzanos. ¿Se ha protegido acaso al Tajín al celebrar conciertos de rock y otras actividades durante el festival que coincide con el inicio de la primavera? ¿Se ha promovido en esa forma la lengua y las tradiciones totonacas?
La verdad es que con la llamada “reingeniería” administrativa culmina la política cultural de Alemán, para quien el patrimonio cultural de los veracruzanos, el folklore y las artes no eran sino atracciones turísticas, es decir mercancías que había que colocar en el mercado para captar divisas, lo que se opone radicalmente a la convención mencionada.
En otras palabras, en la exposición de motivos se tergiversa la “Convención sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales” aprobada el lunes 20 (y no el 10) de octubre por 151 votos a favor, 2 en contra (Estados Unidos e Israël) y 2 abstenciones (Australia y Kiribati, una isla del Pacifico).
Se trata de un texto de unos treinta artículos, que estipula que "las actividades, bienes y servicios culturales (...) no deben ser tratados como si sólo tuvieran un valor comercial" y autoriza a los países a tomar "las medidas que consideren apropiadas" para proteger su patrimonio cultural.
Los principales promotores de esta convención fueron los franceses y los principales opositores nuestros vecinos del Norte. ¿Por qué?
De no haberse aprobado la convención, los franceses no habrían podido hacer nada para proteger, por ejemplo, al cine y a la canción franceses, amenazados por las producciones hollywoodenses y la industria disquera de las transnacionales, que hubieran quedado sujetas a las leyes de la oferta y la demanda. En otras palabras, la cinematografía francesa hubiera corrido la misma suerte que nuestra industria azucarera, amenazada por los productores de fructosa de los Estados Unidos. La única forma de protegerla era declarando lo que se llamó “excepción cultural”, es decir que ese tipo de productos no se podían tratar como simples mercancías.
La “reingeniería” propuesta por el ejecutivo enfatiza, por el contrario, el carácter comercial del patrimonio y las expresiones culturales, con lo que se rebajan a meras atracciones turísticas.
En la Exposición de motivos, se habla mucho de España, la India y otros países, pero no se menciona a Francia, un país que capta tantos turistas o más que la península, y lo hace sobre todo por su cultura, pero donde no existe un Ministerio de Turismo y Cultura, precisamente porque los franceses no han querido rebajar su gastronomía y sus vinos, sus museos y galerías, conciertos y recitales a meras atracciones para turistas.
Y yo creo que si se va a hablar de turismo, no se puede ignorar a los franceses, que algo saben del tema, pues incluso la palabra turismo es de origen galo y ellos inventaron las vacaciones, pero el asunto merece una nota aparte y ya comentaré otros puntos de la re-estructuración administrativa.
(Política, miércoles 14 de diciembre 2005)
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