sábado, 24 de abril de 2021

Con motivo del día del libro

 

En tercero de secundaria conocí a Pablo y un día que fui a su casa  vi un mueble de madera lleno de libros y le pedí que me los prestara. Así, leí primero Lluvia y otros cuentos y luego El filo de la navaja de Somerset Maughan y Crimen y castigo de Dostoevsky; también me prestó Los cazadores de microbios, de Paul de Kruif, del que me gustó sobre todo la biografía de Koch, que era un médico rural aburrido, a quien su esposa le regaló un microscopio con el que se puso a examinar tejidos de unas ovejas y encontró así los microbios que habían ocasionado su muerte Tuvo que convencer a la academia de ciencias de que los responsables de las enfermedades eran unos bichitos imperceptibles a simple vista y de los que nadie había oído hablar, lo que no fue fácil. Él siempre había querido viajar, y lo hizo ya como un reconocido patólogo, pues fue a la India y otros países donde había enfermedades desconocidas en Europa. En fin, un relato apasionante, sobre todo para un muchacho, y el libro tenía otros parecidos sobre Pasteur y Elías Metchnikoff.

La novela de Somerset Maugham trata de una especie de precursor de los hippies y los dropouts, que se aparta de la sociedad consumista que se estaba formando en su país, donde prevalecía el afán de lucro y una idea de la felicidad basada en la adquisición y posesión de automóviles, refrigeradores y lavadoras, y busca en la India y el budismo las respuestas a sus dudas existenciales; participa en la guerra, pero como enfermero con la Cruz Roja.

No es raro que Maugham escribiera también sobre Paul Gauguin en La luna y seis peniques. Sus personajes cambian de valores en algún momento. Sus novelas, ahora olvidadas, reaparecen en la pantalla, como El velo pintado, con Naomi Watts y Edward Norton.

Siempre le he agradecido a Pablo que me prestara esos libros que me ayudaron mucho en esos tiempos difíciles.

Por eso me parece una idea excelente que la Universidad Veracruzana, durante el periodo de Arias Lovillo regalara libros a los estudiantes de nuevo ingreso. Desafortunadamente, su sucesora dejó de hacerlo.

Había que superarlo más bien y hacer convenios con la Secretaría de Educación o el Colegio de Bachilleres del Estado de Veracruz, el IVEC y hasta la Editora del Gobierno, entre otros organismos, para aumentar el tiraje y poderle regalar libros a los estudiantes de los bachilleratos, para empezar. Incluso habría que involucrar al Instituto de Pensiones del Estado, que podría regalarles libros a los jubilados.

Ojalá el próximo rector vuelva a promover la lectura.


Juan José Barrientos 

domingo, 20 de septiembre de 2020

El reglamento mal redactado de una editorial

  El Consejo editorial de la Universidad Veracruzana se rige por un reglamento ya obsoleto que se debe revisar y actualizar.

Para limitarme a un ejemplo, el artículo 19 establece, entre otras cosas, que, “Si la obra ya fue publicada bajo otro sello editorial, se estudiará la propuesta si el autor adjunta material inédito, quedando la decisión de la publicación en la comisión correspondiente”.

En otras palabras, la editorial no acepta obras que hayan sido publicadas por otras instituciones, a menos que incluyan algún material inédito.      

De acuerdo con esto, la Universidad Veracruzana no podría rescatar obras como A la orilla de este río de Maples Arce, originalmente publicada hace unos cincuenta años por la madrileña editorial Plenitud, y eso limitaría considerablemente su labor.

Por suerte, en 1983 se reimprimieron los tres tomos de las memorias del poeta y hace poco se repusieron, y hay otros casos en que el Consejo también ha hecho caso omiso de lo dispuesto, pues “Hace poco la Comisión de Literatura acordó publicar tal cual el libro de un poeta colombiano que éste ya había editado en su país natal”, según el actual director de la editorial.

(Cito un mensaje de Agustín del Moral dirigido al secretario académico y del cual me marcó copia).

La comisión incurrió así en una violación al reglamento en vez de proponer una reforma

y esperar a que la aprobara el Consejo Universitario.

Seguramente, eso se debe a que era urgente dar a conocer en estas tierras la obra poética mencionada (Nótesela ironía).

Lo malo es que en otros casos se aplica el reglamento y se les cierran las puertas a obras publicadas por otras instituciones.

Habría que preguntarse si una editorial pierde algún prestigio por publicar obras que

ya habían aparecido con otro sello.

Hay que revisar, en fin, todo el reglamento y someterlo a la consideración de investigadores y docentes, así como de los estudiantes que pueden también aportar alguna observación o reclamar mayor atención.

De hecho, existe ya una comisión que lo debe analizar y recomendar modificaciones, pero ¿qué ha hecho? ¿Cuánto tiempo se necesita para leer el reglamento y proponer algunos cambios?

Hace unos días le eché un vistazo y me parece que el reglamento actual no responde a la exigencia de transparencia (Glasnost, diría Gorbachov) que se ha registrado en todos los ámbitos del país, pues pretende que las publicaciones se decidan “en lo oscurito”.

En el artículo 20 se establece que “El lector [a quien se remita una obra] deberá firmar su dictamen, pero éste será estrictamente confidencial”, y en el artículo 21, se agrega que

“El autor o autores de una obra aprobada o rechazada podrán conocer los dictámenes evaluatorios (sic). No obstante, estos dictámenes llegarán a sus manos sin la firma del lector, que por ningún motivo podrá perder su anonimato”.

¿Para qué tanto misterio?

Emitir un dictamen sobre un libro no es algo diferente a participar como sinodal en un examen profesional o como jurado en un concurso y en esos casos no se requieren capuchas.     

El reglamento adolece además de autoritarismo, pues actualmente se presupone que

los lectores no pueden equivocarse y desbarrar, pues según el inciso VIII, fracción c de artículo 11, “la obra, si es aceptada, es enviada a producción, si es rechazada se regresa al autor, y, si se solicitan modificaciones, se piden las mismas al autor y se da un plazo de tres meses para presentar la obra corregida”.

No se contempla la posibilidad de que el autor rechace las recomendaciones de los lectores de una manera razonada, aunque en la fracción siguiente se agrega que “En el caso de surgir algún caso (sic) que suscite dudas, es el Consejo Editorial en pleno el que se reúne para discutir los casos particulares y llegar a una decisión pertinente”.        

Todos podemos cometer errores, y creo que lo mejor sería darle al autor la posibilidad de contestar el dictamen y recurrir al pleno del consejo sólo en caso de que el lector no acepte las aclaraciones del autor y se monte en su macho.

Los escritores e intelectuales mexicanos tienden a formar grupos –mafias, en realidad

que se apoderan y controlan los fondos que las instituciones y dependencias destinan a la

publicación de libros.

Hay que evitar que algunas personas se perpetúen en el consejo y procurar que éste se renueve, pero esto es difícil, debido a que el art. 14 establece que los integrantes del Consejo Editorial serán nombrados por el Rector, “a propuesta del Consejo Editorial”.

Si alguien no es del agrado de quienes manejan la editorial, no van a proponerlo, eso es claro, por más méritos que tenga.

El reglamento actual permite así marginar a los investigadores y profesores que no sean afines a quienes ya manejan la editorial.

Hay que reformar el reglamento para que los órganos colegiados de las diferentes facultades e institutos de investigación sean los que propongan a los integrantes del consejo.

El reglamento actual está incluso mal redactado, como se puede apreciar por las citas que he hecho aquí y también por eso urge revisarlo.

La frase “En el caso de surgir algún caso…” revela descuido y en el reglamento de una editorial ya es el colmo.

 Publicada en La Jornada Semana el 22 de noviembre de 2019

martes, 18 de febrero de 2020

Un libro como obsequio: Tren musical de palabras

Imagínense que cada año los jubilados recibieran con su aguinaldo un libro de regalo o que la Universidad Veracruzana le diera a escoger a sus trabajadores entre un libro y un CD como los que en alguna ocasión se grabaron con el Tlen Huicani o algunas obras de Mario Ruiz Armengol interpretadas por los alumnos de Alejandro Corona.
Desafortunadamente, el IPE se limita a pagar pensiones y hacer algunos préstamos a los trabajadores pensionados, y a su directora, Daniela Griego, lo que le preocupa es que algunos ayuntamiento morosos paguen sus deudas; no le interesa fomentar la lectura, y tampoco a la rectora. Por eso me parece digno de aplauso que el ayuntamiento encabezado por el Dr. Hipólito Rodríguez haya publicado una antología de poemas, con un tiraje de 30 mil ejemplares, para regalárselo a los niños que cursan la primaria en las escuelas del municipio.
El proyecto me parece excelente, y no quisiera regatearle reconocimiento al ayuntamiento, pero lo arruinaron por el papel –muy blanco y deprimente. “Parecen fotocopias”, me dijo una joven. Las ilustraciones, además, se le hubieran podido encargar a algunos estudiantes de Artes plásticas, pues la del lobo por ejemplo me parece que la he visto en otra parte. En fin, yo creo que los niños merecen algo mejor, y pienso en  Primeras luces, que tenía un papel más cálido, con manchas amarillas en las que resaltaban las letras negras. Ese libro incluía poemas de Amado Nervo – el de Aquel caracol y Al claro de luna, el de los lagartos llorones de García Lorca y uno de Juana de Ibarborou — Cantar del agua del río, cantar continuo y sonoro.
Me dice una estudiante de Letras que le gustó la recopilación, pues son “poemas breves pero con mucha chispa” y que sus favoritos fueron “El barquito de papel” de Amado Nervo, “Cómo llamar a un gato” de T.S. Eliot y “Espiral” de Octavio Paz.  También “el de Gabriela Mistral” sobre Caperucita roja, que celebro que Homero haya incluido, porque prescinde del cazador y el final feliz. Es mejor, creo yo,  que los niños sepan que “los malos” a veces se salen con la suya.
En fin, hay que felicitar al ayuntamiento y a José Homero por la idea de publicar una antología de poemas para regalársela a los niños, y ojala dentro de un año publiquen otro libro con cuentos breves y hagan una edición más atractiva.
El Ivec y la SEV, la UV y el IPE podrían hacer algo parecido.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Pinocho en Xalapa

Borges creía que los latinoamericanos "podemos manejar todos los temas europeos con una irreverencia que puede tener y ya tiene consecuencias afortunadas", y eso es precisamente lo que ha hecho Toledo al recrear la historia de Pinocho, porque en su versión no es la nariz lo que le crece al muñeco cuando dice mentiras, sino "otra parte del cuerpo".
Por eso le sugerí al nuevo director del Ivec que montara en la Pinacoteca los 55 dibujos que Toledo le entregó a la SCHP como "pago en especie" de sus impuestos; incluso, le remití los requisitos para esa dependencia se los prestara.
Mi idea, por cierto, era que al mismo tiempo se exhibieran algunas ediciones de Las aventuras de Pinocho, originalmente publicado en Italia en 1883 y que unos años después apareció en español traducido por Rafael Calleja, pues para apreciar la reelaboración genial de Toledo hace falta el trasfondo de las otras versiones de la historia de Collodi, y entre ellas las película de Walt Disney y la de Spielberg, donde Pinocho es un robot, que se podrían exhibir en el Ágora.
Los dibujos de Toledo se exhibieron, primero, en Guanajuato, durante el Festival Cervantino, hace unos seis años, y luego en el Museo de Arte de la SHCP en 2015; el año pasado se presentaron en Querétaro y este año en el Museo de la Ciudad, en Mérida, del 17 de enero al 30 de abril; desde el 1 de junio se encuentran en el Museo de la Evolución, en Puebla, y en octubre se van a exhibir en el Museo del Carmen, en Guadalajara, según me informaron en la SHCP. Por eso era necesario iniciar cuanto antes los trámites para montar la exposición en Xalapa el año que viene.
Para convencer a Enrique Márquez le proporcioné incluso un ejemplar del libro con los dibujos publicado por Conaculta, pero nunca me contestó.
Me enteré, por cierto, de que se reunió con el responsable de las colecciones en la SHCP pero no solicitó los dibujos.
Hace unos años pudimos apreciar las esculturas de Soriano en el Parque Juárez y una exposición de Felguérez en la Pinacoteca, pero al parecer el actual Gobierno del estado no será recordado por algo parecido, y todo porque Márquez no se quiere poner las pilas.
Y algo parecido ocurrió desafortunadamente en la UV, donde Sarita no supo aprovechar la sugerencia de que celebrara el centenario de Mario Ruiz Armengol.
Hace unas décadas, recuerdo que Borges vino a México a grabar unos programas de televisión y en el coctel que se le ofreció en el restaurante "Le moustache" tuve la oportunidad de hablar unos minutos con José Luis Cuevas; le pregunté por qué no había expuesto en Xalapa y me dijo que no lo habían invitado; yo le informé después al rector, que era Roberto Bravo. "Dile a Miriam Chichai", me dijo, y no sé qué cara puse, pero cuando ya me iba, lo oí agregar: "Dile que yo te dije". Poco después, el genial dibujante vino a la inauguración de la exposición y recuerdo una cena que el rector le ofreció en el restaurante de la gasolinera "El Paraíso".
Hay quienes saben escuchar y aprovechan las sugerencias, y otros que, repito, no se ponen las pilas.
La Jornada Verácruz, 1 de octubre 2017

Rumbo al Sur

(Música mexicana en París)
Desde hace décadas se realiza en la Sorbona un ciclo de conciertos a mediodía, en los que por lo general se interpretan obras del repertorio tradicional, pero este año se dedicó a la música española, portuguesa e iberoamericana y tuvieron como título una expresión de la jerga marinera, Cap au Sud, que se podría traducir como "Virar al sur" o "Rumbo al sur".
Los conciertos se realizaron los viernes a las 12 hrs. a partir del 15 de enero y hasta el 8 de abril, y hubo en total 11 conciertos, que tuvieron lugar en el Anfiteatro Richelieu, con excepción de los dos últimos que tuvieron como escenario el auditorio 25 en Jussieu.
El programa incluyó tanto al pianista Hervé Billaut, que interpretó algunas de las impresiones para piano de Isaac Albéniz, conocidas por el título general de Iberia, que conoce a la perfección, y a otros menos conocidos como la pianista Sylvie Lechevalier que tocó las Indianas de Guastavino y acompañó a la soprano Karine Deshayes en un extracto de la zarzuela de Pablo Luna, El niño judío, obras de Manuel de Falla y Granados, y las Melodías y Canciones de Guastavino.
El público pudo escuchar además al dueto integrado por el chelista Raphael Pidoux y el pianista Cédri Lorel, que tocaron la suite para chelo y piano de Gaspar Cassadó y la Pampeana N° 2 de Ginastera, entre otras obras, además de disfrutar una presentación del Niño de Elche, que ha renovado el flamenco, y un concierto de fado tradicional.
Para terminar, el Mariachi Mezcal, del que por cierto forman parte dos violinistas franceses, se presentó en Jussieu precedido por un cuarteto argentino que interpretó algunos tangos.
El programa fue bastante completo, pues por un lado incluyó algunas obras de compositores españoles, y, por otro, de compositores franceses que se inspiraron en la música antillana, como Chabrier; compositores bastante conocidos como Albéniz, Manuel de Falla, Villalobos y Ginastera, y otros menos conocidos como Guastavino; música de concierto y música tradicional o popular. Sin embargo, no puedo dejar de notar, como mexicano, que nuestro país
sólo estuvo representado por un mariachi y no aparecen en el programa los nombres de Manuel M. Ponce o Carlos Chávez, para no hablar de Mario Ruiz Armengol, Ricardo Castro o Zychman.
Ojalá el profesor Jean Pierre Bartoli, que es el organizador de estos conciertos, continúe rumbo al sur y organice otra temporada con obras de otros compositores franceses que se inspiraron en la música iberoamericana, como Milhaud, y otros compositores antillanos como Ignacio Cervantes, cuyas danzas cubanas, por cierto, forman parte del repertorio de la pianista belga de origen mexicano Eliane Reyes. 
La Secretaria de Cultura o el INBA deberían aprovechar la oportunidad para felicitar a Bartoli y los demás organizadores del ciclo y ofrecerles apoyo para que el próximo año incluya obras de nuestros compositores.
El apoyo consistiría en mandarles las partituras de algunas obras como la Gavota de Ponce para que la interpreten –el cuarteto Voce, por ejemplo–, y pagarles el boleto a algunos músicos como Alfredo Isaac Aguilar que hace poco interpreto aquí la sonata para piano de Jiménez Mabarak, con motivo del centenario de este compositor.
De paso, Alfredo podría interpretar el mismo recital en la Casa de México, donde se alojó mientras estudiaba en Paris y donde ahora no se realiza ninguna difusión cultural.
La Jornada Verácruz, 27 de junio de 2016

La Casa de México, abandonada

Durante septiembre y la primera quincena de octubre 2015 estuve en París, donde me alojé como investigador en la Cité Universitaire, y al revisar la cartelera o agenda cultural llamada CiteScope, me pude dar cuenta que lamentablemente no se estaba realizando ninguna difusión cultural en la Casa de México.
Las residencias de la Cité Universitaire organizan de manera regular conciertos, exposiciones, debates y conferencias, entre otras actividades culturales, y según pude ver en el CiteScope, la Casa de Argentina anunció cuatro conciertos nada más en septiembre, entre ellos, uno de charango y otro en el que dos pianistas interpretaron obras del repertorio internacional y de algunos compositores de su país; además, hubo dos conferencias y se presentó un documental sobre una exploradora argentina que llegó al Polo Sur. También se anunciaron conciertos en las casas de Noruega, Suecia y los Estados Unidos.
En octubre, las actividades estuvieron relacionadas con un festival de jazz y hubo conciertos en la Fondation des États Unis e incluso en las casas de Túnez y Marruecos, para no hablar de la de Mónaco y otras residencias ya mencionadas, y en noviembre, se anunciaron tres conciertos en la Casa de Alemania y tres en la de Argentina, dos en las de Noruega, Suiza, Suecia y los Estados Unidos y uno en la de Túnez.
Desafortunadamente, en la Casa de México no se anunció ningún concierto en esos tres meses; únicamente apareció la invitación a ver la ofrenda y altar de muertos, así como la exposición de Les livres insolites de "la Cartonera", una editorial artesanal de Cuernavaca, pero esto a iniciativa del Centre d’ Études Mexicaines UNAM /France.
Por lo general, se anuncian unos 20 conciertos cada mes, y en enero, cuatro se realizaron en la Casa de Italia, tres en la de Argentina y tres en la de Alemania, dos en la de Estados Unidos y dos en la del Asia sudoriental; los otros seis tuvieron lugar en las casas de Túnez, Suecia, España, Japón, Noruega y la Fondation Biermans-Lapôtre (Luxemburgo).
En febrero también se anunciaron 20 conciertos, seis de los cuales se realizaron en la Casa de Argentina, tres en la de Alemania y tres en la de los Estados Unidos, el resto en las de Asia sudoriental, Japón, Túnez, Cambodia, España, Suiza y Suecia. En marzo, se anunciaron tres en la Casa de Brasil, dos en las de Argentina, Estados Unidos Alemania y la Biermans-Lapôtre; el resto en las de Asia sudoriental, Túnez, Cambodia, España, Suiza y Suecia, Canadá y la Fondation Abreu de Grancher, así como en la Casa de México, donde al fin alguien se colocó las pilas.
La Cité Universitaire es un punto estratégico para la difusión de nuestra cultura debido a que ahí se alojan unos 12 mil estudiantes de 140 nacionalidades.
Urge relanzar la difusión cultural en la Casa de México, aprovechando el Programa anual de proyectos culturales de la Cámara de diputados, pero el plazo para inscribir un proyecto y pedir fondos vence a fin de mes, así que habrá que hacerlo el año entrante.
Mi hija, Flora, se alojó durante tres años en la residencia que lleva el nombre del fundador de la Cité Universitaire, la Fondation Deutsch de la Meurthe, donde estuvo a cargo de las actividades culturales del comité de residentes y organizó varios recitales con sus amigos.
Hay que hacer algo parecido, para empezar, e invitar a tocar a algunos antiguos residentes, como Olivia Abreu, una flautista que vive en
Estrasburgo, Angélica Retana que enseña como clarinetista en el conservatorio en Versalles y hace poco se presentó con un grupo en la Casa de Alemania, y otros músicos mexicanos que residen en Europa, como la pianista Claudia Corona.
Se le puede pedir apoyo al director de Relaciones Internacionales de la Secretaría de Cultura, embajador José Luis Martínez, para cubrir los gastos de traslado de otros artistas que residen en México, como el pianista Alfredo Isaac Aguilar, que es una antiguo residente de la Casa de México y forma parte de los concertistas del INBA, y a otros integrantes de ese grupo, sobre todo a los más jóvenes como Santiago Piñeirua y Carlos Salmerón, pues no habría que pagarle honorarios.
El Conaculta, es decir, la nueva Secretaría de Cultura, envía escritores al Salon du Livre en París y habría que pedirles que, de paso, den alguna conferencia en la Casa de México.
Lo que hace falta es alguien que se ocupe de las actividades culturales en la Casa de México, pues el puesto de agregado cultural en la embajada se suprimió cuando Jaime Moreno Villareal volvió a México, y sus funciones las absorbió la directora del Instituto Mexicano de Cultura, pero el año pasado ese puesto también quedó vacante, y otra funcionaria de la embajada quedó a cargo.
Y así están las cosas.

La Jornada Verácruz, 29 de marzo 2016




Conciertos Parisinos


Carta de París
                                                                                                        






Hace unos días asistí a un concierto en la Casa de Alemania  donde unos jóvenes músicos  interpretaron un cuarteto en do menor de Brahms  y otro cuarteto también en do menor de Gabriel Fauré; luego hubo un coctel, donde me ofrecieron champagne, y hablé unos minutos con la violinista, una francesa lindísima, que por su piel bronceada contrastaba con sus amarillentos compañeros.
 Me dijo que toca con una orquesta en Berlín, adonde sus padres se mudaron, por cierto.
Toca un Amati de 1652 y se llama Clemence de Forceville, asi que lo más seguro es que descienda de alguna familia de la nobleza.    
 El auditorio es un cajón de vidrio,  se pueden ver los árboles y las plantas alrededor, y uno tiene la impresión de un concierto campestre muy agradable.   
El piano, sin embargo, es un Steinway de media cola, es decir más chico que el de la Casa de México, que está ahí desperdiciado por la actual directora, Martha Bringas, que no hubiera ofrecido ni coca cola, pues pretende cobrarles a los estudiantes de música que le piden el auditorio. En el Colegio de España se presentó hace poco un Trio Malats  que interpretó obras de Enrique Granados y Gaspar Cassadó, mientras en la Casa de México no se hace nada parecido.
Todas las residencias de la Cité Universitaire organizan conciertos, y unos días antes escuché a Jenny Maclay interpretar la sonata para clarinete y piano de Leonard Bernstein, que no  conocía y me gustó mucho; además, tocó la suite Cats (Gatos), de John  Noble.
 Ella estudia en el conservatorio de Versalles con Philip Cuper que es el clarinetista de la orquesta de la Opera y ha tenido varias alumnas mexicanas.
La Casa de Japón también promueve la música de su país y para el 20 tiene anunciado un concierto de koto, un arpa japonesa de trece cuerdas, con la que Takahashi Gaho interpretará algunas melodías  de su tierra.
El martes pasado asistí ahí a un concierto de una violinista japonesa, Teira Yamashita, que toc
ó primero la sonata para violín y piano en sol de Ravel y luego la Kreutzer, de Beethoven, acompañada por Wataru Hisasue, que es un pianista que se aloja en la Fondation danoise, en el mismo piso que yo.
De vez en cuando lo veo en la cocina hervir unos spaghettis sobre los cuales vierte la salsa de un sobrecito – pesto o una especie de bric de langostinos.
 Tiene 22 años y va a dar otro recital en la Fondation danoise después del buffet con que se va a reinaugurar “la terraza” que en  realidad es una especie de pérgola de metal que se remodeló.
 Total, hay muchos conciertos, pero la música mexicana no se oye.
En la Sorbonne  se realiza desde hace décadas un
ciclo de conciertos a mediodía, que se dedicó este año a la música de España, Portugal y los países iberoamericanos, por lo que se interpretaron obras de Héitor Villalobos, Ginastera y Carlos Guastavino, pero el programa no incluyó ninguna obra de Manuel M. Ponce, que estudió en Paris, dicho sea de paso,  ni de ningún otro compositor mexicano; nuestro país estuvo representado únicamente por el Mariachi Mezcal, del que por cierto forman parte 2 violinistas franceses. 
Hace años escuché al conjunto Mono Blanco, que estaba de paso al Festival “Rio loco” en Toulouse, y se alojaron en una sala de la Casa de México donde ensayaba el ballet folclórico y ellos, humildemente, tendieron sus petates; mi hija, Flora, que estudiaba en la Normal Cortot preparó luego un recital con las  danzas cubanas y otras obras de Mario Ruiz Armengol, y lo tocó en la Sorbonne y el Teatro del Chatelet, entre otros lugares como la FNAC de Ternes, donde promovía sus discos el gran Ciccolini.  Desafortunadamente, no se ha vuelto a difundir nuestra música.
              Ojala el IVEC y la Universidad Veracruzana hagan algo al respecto.
                 
 Diario de Xalapa el 27 de junio de 2016.