Carta de París
Hace unos
días asistí a un concierto en la Casa de Alemania donde unos jóvenes músicos interpretaron
un cuarteto en do menor de Brahms y otro cuarteto también en do menor de
Gabriel Fauré; luego hubo un coctel, donde me ofrecieron champagne, y hablé
unos minutos con la violinista, una francesa lindísima, que por su piel
bronceada contrastaba con sus amarillentos compañeros.
Me dijo que toca con una orquesta
en Berlín, adonde sus padres se mudaron, por cierto.
Toca un Amati de 1652 y se llama Clemence de Forceville, asi que lo más seguro es que descienda de alguna familia de la nobleza.
El auditorio es un cajón de vidrio, se pueden ver los árboles y las plantas alrededor, y uno tiene la impresión de un concierto campestre muy agradable.
El piano, sin embargo, es un Steinway de media cola, es decir más chico que el de la Casa de México, que está ahí desperdiciado por la actual directora, Martha Bringas, que no hubiera ofrecido ni coca cola, pues pretende cobrarles a los estudiantes de música que le piden el auditorio. En el Colegio de España se presentó hace poco un Trio Malats que interpretó obras de Enrique Granados y Gaspar Cassadó, mientras en la Casa de México no se hace nada parecido.
Toca un Amati de 1652 y se llama Clemence de Forceville, asi que lo más seguro es que descienda de alguna familia de la nobleza.
El auditorio es un cajón de vidrio, se pueden ver los árboles y las plantas alrededor, y uno tiene la impresión de un concierto campestre muy agradable.
El piano, sin embargo, es un Steinway de media cola, es decir más chico que el de la Casa de México, que está ahí desperdiciado por la actual directora, Martha Bringas, que no hubiera ofrecido ni coca cola, pues pretende cobrarles a los estudiantes de música que le piden el auditorio. En el Colegio de España se presentó hace poco un Trio Malats que interpretó obras de Enrique Granados y Gaspar Cassadó, mientras en la Casa de México no se hace nada parecido.
Todas las residencias de la Cité
Universitaire organizan conciertos, y unos días antes escuché a Jenny Maclay interpretar la
sonata para clarinete y piano de Leonard Bernstein, que no conocía y me gustó
mucho; además, tocó la suite Cats (Gatos), de John Noble.
Ella estudia en el conservatorio
de Versalles con Philip Cuper que es el clarinetista de la orquesta de la Opera
y ha tenido varias alumnas mexicanas.
La Casa de Japón también
promueve la música de su país y para el 20 tiene anunciado un concierto de
koto, un arpa japonesa de trece cuerdas, con la que Takahashi Gaho interpretará algunas melodías
de su tierra.
El martes pasado asistí ahí a un concierto de una violinista japonesa, Teira Yamashita, que tocó primero la sonata para violín y piano en sol de Ravel y luego la Kreutzer, de Beethoven, acompañada por Wataru Hisasue, que es un pianista que se aloja en la Fondation danoise, en el mismo piso que yo.
El martes pasado asistí ahí a un concierto de una violinista japonesa, Teira Yamashita, que tocó primero la sonata para violín y piano en sol de Ravel y luego la Kreutzer, de Beethoven, acompañada por Wataru Hisasue, que es un pianista que se aloja en la Fondation danoise, en el mismo piso que yo.
De vez en cuando lo veo en la
cocina hervir unos spaghettis sobre
los cuales vierte la salsa de un sobrecito – pesto o una especie de bric de langostinos.
Tiene 22 años y va a dar
otro recital en la Fondation danoise después del buffet con que se va a
reinaugurar “la terraza” que en realidad
es una especie de pérgola de metal que se remodeló.
Total, hay muchos
conciertos, pero la música mexicana no se oye.En la Sorbonne se realiza desde hace décadas un ciclo de conciertos a mediodía, que se dedicó este año a la música de España, Portugal y los países iberoamericanos, por lo que se interpretaron obras de Héitor Villalobos, Ginastera y Carlos Guastavino, pero el programa no incluyó ninguna obra de Manuel M. Ponce, que estudió en Paris, dicho sea de paso, ni de ningún otro compositor mexicano; nuestro país estuvo representado únicamente por el Mariachi Mezcal, del que por cierto forman parte 2 violinistas franceses.
Hace años escuché al
conjunto Mono Blanco, que estaba de paso al Festival “Rio loco” en Toulouse, y
se alojaron en una sala de la Casa de México donde ensayaba el ballet
folclórico y ellos, humildemente, tendieron sus petates; mi hija, Flora, que
estudiaba en la Normal Cortot preparó luego un recital con las danzas cubanas y otras obras de Mario Ruiz
Armengol, y lo tocó en la Sorbonne y el Teatro del Chatelet, entre otros
lugares como la FNAC de Ternes, donde promovía sus discos el gran
Ciccolini. Desafortunadamente, no se ha
vuelto a difundir nuestra música.
Ojala el IVEC y la Universidad Veracruzana hagan algo al respecto.
Ojala el IVEC y la Universidad Veracruzana hagan algo al respecto.
Diario de Xalapa el 27 de junio de 2016.
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