domingo, 19 de agosto de 2018

Murales que hablan


Según una nota publicada en un periódico local, el pasado 16 de septiembre medio centenar de adolescentes con el rostro cubierto marcharon por las principales calles de Coatzacoalcos hasta el Parque Independencia, portando cartulinas con leyendas y consignas alusivas a la libertad de expresión, solicitando espacios para pintar y en respuesta a las nuevas sanciones que ha anunciado el Ayuntamiento para quienes pintarrajeen las fachadas de los edificios públicos.

La nota me recordó una exposición a la que asistí durante un reciente viaje a París en la Casa de Argentina, en la Cité Universitaire, y que consistía en fotos de algunos de los murales pintados en sus escuelas por los muchachos de ese país durante el año pasado.

Se trataba de dar a conocer el programa Murales que hablan, y esta exposición me recordó una barda muy larga de la avenida Avila Camacho, en Xalapa, situada por donde ahora está La Parroquia, que hace décadas lucía pinturas de niños, es decir que aquí se hizo algo parecido.

También me recordó un incidente, pues hace unos tres meses y a eso de la medianoche me fue a tocar la policía, debido a que acababan de atrapar a unos muchachos que se encontraban pintarrajeando la fachada de mi casa, que por cierto había mandado pintar unos días antes.

Como la policía ya había hecho su parte, me pareció que yo como ciudadano tenía que hacer la mía, y así tuve que ir al cuartel de San José para cumplir con las formalidades del caso.

Así, pude hablar con el padre de uno de los muchachos detenidos, que no tenía idea de las actividades de su vástago. Me entregó una cantidad para que pudiera mandar repintar mi fachada y su hijo se pudiera ir a dormir en casa.

Como su hijo resultó que era nieto de una persona que conozco, le dije que mejor mandara un pintor a reparar los daños, pues aún me quedaba un poco de pintura y así no tendría que gastar tanto, además de que yo no tenía porqué ocuparme de buscar quien reparara el daño.

Por todo esto se me ocurrió pedir el catálogo de la exposición para tratar de animar a las autoridades de la Secretaría de Educación a que ponga a pintar a estos muchachos y les permitan desahogarse en esa forma y expresar sus preocupaciones.
El congreso de Querétaro aprobó hace poco una reforma al Código Penal que fija desde seis meses hasta cinco años de cárcel a quienes realicen graffitis, considerando que se trata de una conducta antisocial, la cual aumenta la contaminación visual, y en Veracruz el código penal establece penas de tres meses a 8 años de prisión y multas de 300 salarios mínimos a quienes ocasionen algún daño en propiedad ajena, como pintarrajear la fachada de alguna casa o edificio público.

Hay quienes consideran que sería mejor condenar a estas personas a realizar algún trabajo a favor de la comunidad, como se acostumbra en los Estados Unidos, y eso es lo que ya se ha hecho en Boca del río, donde algunos grafiteros tuvieron que chapear la Zamorana para no pagar la multa que se les impuso.

A pesar de todo, esta actividad se ha incrementado, y el presidente municipal de Boca del río manifestó hace unos días que se va a erogar un millón de pesos nada más para rehabilitar un puente decorado por este tipo de pandilleros. El proyecto que propongo no requeriría tantos gastos, pues se trata de organizar a los muchachos para que ellos mismos consigan la pintura y los materiales que se requieren.

Además, se puede aprovechar a los estudiantes de Artes plásticas de la U.V. que podrían asesorarlos y en esa forma podrían cumplir con su servicio social y se irían además insertando social y laboralmente.

El proyecto no se tiene que reducir a murales, sino que se puede ampliar y adaptar, de modo que incluya obras de otro tipo, como fotografías, cuadros al óleo y esculturas de papel.

En todo caso, creo que este proyecto puede ayudar a que muchos jóvenes se desahoguen pintando un mural o haciendo una escultura de papel maché y dejen de afear las paredes de las ciudades donde viven. 

(Milenio el Portal, martes 19 de septiembre 2008)

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