Como anfitrión de la OSX, el ayuntamiento jalapeño dejó mucho que desear el pasado jueves 2 de octubre, pues David Velasco, que hace unos meses propuso que se cerrara el centro durante todo el fin de semana, no se atrevió a interrumpir el tránsito en Enríquez por dos horas y una vez más mostró que la cultura y en este caso la música de concierto no le interesa.
Esa noche la Sinfónica ofreció un concierto en el Palacio Municipal debido a que el teatro del Estado estaba ocupado y al día siguiente se debía presentar en Tampico.
El concierto me gustó al principio, pero luego me comenzó a molestar cada vez más el ruido de la calle -- el zumbido de los coches, los silbatazos de los agentes de tránsito, los claxons de los coches y las sirenas de las ambulancias.
La obertura de Rossini me recordó aquellos tiempos en que los jalapeños podíamos ver el Canal de las artes y también disfruté el concierto, pero la obra de Debussy se convirtió en una cacofonía donde el ajetreo propio de alguna dársena de Hamburgo no dejaba oír el oleaje.
Hubiera bastado con cerrar el tramo de Enríquez comprendido entre Revolución y Clavijero para que el público disfrutara el concierto, pero eso es mucho pedir en esta Atenas veracruzana.
El programa recordaba otros tiempos – el Festival Pablo Casals celebrado en 1959 y otros momentos marcados por la presencia de notables solistas – que contrastaban con la triste realidad.
Hace años el Maestro Savín dijo que así como los pobladores de otras ciudades se identifican con determinado equipo de fútbol, los jalapeños se sienten orgullosos de su orquesta, pero al ayuntamiento la verdad es que no le importa un comino.
Y al parecer nadie se tomó la molestia de hacer alguna gestión a favor de los melómanos jalapeños.
Lo peor de todo es que lo que pasó en el Palacio Municipal me temo que ocurrirá en la Sala de Conciertos que se construye cerca de la USBI no muy lejos de la vía férrea.
(Política, miércoles 8 de octubre, 2008)
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